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Negociación política imposible

12 de agosto del 2021: imagen tomada luego de la visita del presidente Castillo a la titular del Congreso María del Carmen Alva. (FOTO: El Comercio)

Conseguir el voto de confianza, sin tener sólida bancada, después de recibir gruesa artillería pesada de insultos, con un equipo que –excepto algunos– tiene jugadores de tercera división, con un capitán cuyo pasado lo condena; es un triunfo de negociación.

Sin embargo, ello no significa que su estrategia haya sido la mejor, sino que la del equipo contrario fue peor.

Este juego empezó mal. Ninguno de los dos protagonistas, Ejecutivo y Congreso, tenían claro los urgentes objetivos nacionales (lucha contra la pandemia, retorno a las aulas de millones de niños, recuperación económica), ni nociones de negociación política: los líderes más visibles del Congreso empezaron diciendo «vamos a dialogar pero antes exigimos seis cambios de ministros»; tampoco concurrieron a la invitación de la Casa de Gobierno. ¡Increíble! Proponer diálogo con un lenguaje y tono amenazante, es no conocer estrategias ni tácticas (Las moscas se atrapan con miel). Las amenazas no se anuncian. (Eso se aprende en la pre). En tanto el otro actor no permitió conocer su voz.

Este primer triunfo que utilizó, con astucia, la táctica de los sentimientos (quechua) es pírrico. El voto de confianza solo ha evitado la baja. Resta ahora que el Gobierno brinde la confianza, retirando a los ministros cuestionados, para poder clasificar. Por otro lado, quien ha mostrado protagonismo es un actor secundario que no tiene la acreditación de titular. Lo cual evidencia el riesgo de debilitar al actor principal que puede convertirse en rehén de fuerzas extrañas, y lo que es más preocupante: sin asumir responsabilidad alguna.

El actor principal deberá ejercer el poder. Lo tiene por expresa disposición de las normas y, además, la virtud de generar empatía con los demás (fundamental para propiciar consensos y generar confianza) como fue el gesto de ir personalmente a la cancha del otro actor para pedir que no marginaran a sus profesores de la Comisión de Educación, que era el espacio natural donde debían actuar. Fue una jugada sin precedentes que no mereció la cortesía del visitado, dentro de un gesto que parece ser una conducta.

El presidente tiene el poder de negociar. La ley y la Constitución se lo otorgan. Ahora falta ejercerlo; es su responsabilidad como mandatario, darnos confianza y extenderla a quienes ya se la han concedido. Ambos, mandatario y congresistas, fueron elegidos y ninguno tuvo excelente aprobación, lo cual los coloca en niveles simétricos.

Un asunto preocupante es que los actores no han asumido la condición de representantes del pueblo y, en tal razón, de actuar para lograr los grandes objetivos nacionales que la crisis obliga. Ya dejaron de ser candidatos, ahora deben asumir otro rol: atender las necesidades de la población. Eso obliga a dejar posiciones radicales de campaña para pasar al consenso.

Calderón de la Barca, en El gran teatro del mundo, decía: cada quién debe asumir el papel que se le ha asignado. Nuevo rol tiene cada uno y su fin es cumplir con el mandato del pueblo. Eso requiere un cambio de chip, que empieza por los modales y el texto.

El presidente tiene el poder de negociar. La ley y la Constitución se lo otorgan. Ahora falta ejercerlo; es su responsabilidad como mandatario, darnos confianza y extenderla a quienes ya se la han concedido. Ambos, mandatario y congresistas, fueron elegidos y ninguno tuvo excelente aprobación, lo cual los coloca en niveles simétricos. Pero, además, deberán de providenciarse de habilidad negociadora; es decir, de articular técnicas y tácticas que alienten un entendimiento de los extremos antagónicos. Para ello el Gobierno posee ministros con la experiencia de mediar y negociar, como es el canciller, quien tiene la habilidad de articular eficiencia económica con justicia social. En esa línea también está el ministro de Economía, con la capacidad de entender que la ley está supeditada al derecho y este a la equidad, y los titulares de Justicia y Salud.

Queda ahora al mandatario hacer uso del poder y hacer cambios para darle aire y cuidar la buena imagen del resto del equipo. En tanto, los representantes en el Congreso deberían entender que es mejor estar dentro de la cancha de juego. El diálogo requiere de palabras y buen tono para generar confianza. Solo así se podrá negociar y entrar a la fase de concesiones recíprocas.

Así, se podrá concluir que esta negociación es posible y beneficiosa para la tribuna que está agotada por la pandemia, la corrupción y la intolerancia.

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